Aunque Ellen G. White no menciona explícitamente en una sola cita los idiomas específicos (hebreo y griego) en los que Dios preservó su palabra, sí habla del pueblo al que se le confió esta sagrada tarea. Ella identifica a la nación de Israel como los guardianes designados por Dios para preservar el conocimiento de Él para el mundo.
En el libro *Profetas y Reyes*, ella escribe:
"Dios los separó [a Israel] del mundo para confiarles un cometido sagrado. Los hizo depositarios de su ley, y se propuso preservar por medio de ellos el conocimiento de sí mismo entre los hombres. Así la luz del cielo había de alumbrar a un mundo envuelto en tinieblas, y una voz había de oírse para invitar a todos los pueblos a que abandonaran su idolatría y sirvieran al Dios viviente." (
PR 12.2)
El tema principal en sus escritos es que Dios ha guardado y preservado milagrosamente la *pureza* de la Biblia a lo largo de los siglos, protegiéndola de la corrupción y los intentos de destruirla.
Por ejemplo, ella afirma:
"Vi que Dios había protegido especialmente la Biblia; sin embargo, cuando los ejemplares eran pocos, algunos hombres instruidos cambiaron en algunos casos las palabras, pensando que estaban aclarando el texto, cuando en realidad estaban confundiendo lo que era claro e inclinándolo hacia sus opiniones establecidas, que eran gobernadas por la tradición." (
PE 220.2)
También escribió:
"Satanás había instigado a los sacerdotes y prelados papales a sepultar la palabra de verdad bajo los escombros del error, la herejía y la superstición; pero de una manera maravillosa fue preservada sin corrupción a través de todas las edades de oscuridad. No llevaba el sello del hombre, sino el de Dios." (
CS 69.2)