Sí, esa es una representación muy precisa de lo que enseñó Elena G. de White. Ella enfatizó repetidamente que la victoria sobre el pecado no se logra al enfocarnos en nuestra pecaminosidad o en nuestra lucha, sino al fijar nuestra mirada en Cristo. Al contemplar Su carácter y Su amor, somos transformados a Su semejanza y el deseo de pecar se debilita. Aquí hay algunas citas que explican este principio: "Al tratar con las víctimas de los malos hábitos, en lugar de señalarles la desesperación y la ruina hacia las que se precipitan, apartad sus ojos y fijadlos en Jesús. Fijadlos en las glorias de lo celestial. Esto hará más por la salvación del cuerpo y del alma que todos los terrores de la tumba presentados ante los indefensos y aparentemente desesperanzados" (MH 62.4). "Debemos espaciarnos en el amor y la compasión inigualables de Jesús, y no en nuestra propia indignidad y pecaminosidad. Si nos miramos a nosotros mismos, todo será oscuridad; pero Jesús es todo luz y vida, y solo tenemos que 'mirar y vivir'. Podemos mirar 'a Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio'" (GW92 436.3). "Que el pecador arrepentido fije sus ojos en 'el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo' (Juan 1:29); y al contemplarlo, es transformado. Su temor se convierte en gozo, sus dudas en esperanza. Brota la gratitud. El corazón de piedra se quebranta. Una marea de amor inunda el alma" (DA 439.3). "Mientras meditamos con penitencia y humilde confianza en Jesús, a quien nuestros pecados han traspasado y nuestras tristezas han agobiado, podemos aprender a caminar en Sus pasos. Al contemplarlo, somos transformados a Su semejanza divina" (SL 8.2). En resumen, el método que ella describe es un cambio de enfoque. En lugar de una batalla centrada en "no pecar", es una relación centrada en "contemplar a Jesús". La victoria es el resultado natural de esa relación.