Según los escritos de Elena G. de White, la paz mental se logra principalmente a través de una relación cercana con Cristo, quien es visto como el manantial de vida. Muchas personas sufren más por problemas del alma que del cuerpo, y encuentran alivio cuando acuden a Cristo; esto trae vigor y energía a la mente, y desaparecen sentimientos de cansancio, soledad e insatisfacción (
4T 578.3).
La paz interior y una conciencia limpia ante Dios fortalecen el intelecto y traen serenidad. Esta paz se vuelve natural con el tiempo y beneficia a quienes nos rodean, despertando energías morales y promoviendo una vida más activa y positiva. La paz perfecta es considerada un don celestial (
2T 327.1).
El equilibrio entre el trabajo mental y físico es fundamental. El exceso de trabajo mental sin suficiente ejercicio físico puede deteriorar las facultades y llevar a evitar responsabilidades. Por eso, se recomienda combinar ambos tipos de trabajo para un desarrollo armonioso (
CT 295.3,
MH 238.4).
Además, es importante evitar estados mentales negativos, como la tendencia a ver la propia situación peor de lo que es, ya que esto no favorece la recuperación. Se debe buscar el equilibrio y la actividad, sin desalentar el uso de las facultades mentales (
MH 238.3).
Por último, la paz mental también está relacionada con la comprensión y empatía hacia quienes sufren remordimiento o angustia. Muchas personas anhelan el perdón y la paz, pero no logran encontrar a Dios porque su mente está nublada (
MH 168.1).
En resumen, para Elena G. de White, la paz mental es un don activo y celestial que se cultiva mediante una vida equilibrada, hábitos saludables, empatía y, sobre todo, una relación personal con Cristo.
Referencias:
- White, E. G. (1881). Testimonios para la Iglesia, Tomo 4, p. 578.3.
- White, E. G. (1870). Testimonios para la Iglesia, Tomo 2, p. 327.1.
- White, E. G. (1913). Consejos para los Maestros, p. 295.3.
- White, E. G. (1905). El Ministerio de Curación, pp. 168.1, 238.3, 238.4.