Según los escritos de Elena de White, su percepción del Espíritu Santo como persona se expresa principalmente en relación con la obra y la presencia del Espíritu, aunque no lo describe como una persona con forma física como Jesús o el Padre. Ella afirma:
- "El Espíritu Santo es el representante de Cristo, pero despojado de la personalidad de la humanidad, e independiente de ella. Cargado con la humanidad, Cristo no podía estar en todos los lugares personalmente. Por lo tanto, era para su interés que Él fuera al Padre, y enviara al Espíritu para ser su sucesor en la tierra." (El Deseado de Todas las Gentes,
DA 669.2)
- "El Espíritu Santo viene al mundo como representante de Cristo. No solo habla la verdad, sino que es la verdad —el Testigo fiel y verdadero. Es el gran Escudriñador de los corazones, y conoce los caracteres de todos." (Special Testimonies on Education,
SpTEd 51.2)
En resumen, Elena de White percibía al Espíritu Santo como una entidad real, personal en el sentido de tener voluntad, inteligencia y poder para obrar, pero no como una persona con forma física como Jesús o el Padre. El Espíritu Santo es el representante de Cristo, con personalidad propia, pero no con corporeidad humana.
Referencias:
- White, E. G. (1898). El Deseado de Todas las Gentes (
DA 669.2).
- White, E. G. (1897). Special Testimonies on Education (
SpTEd 51.2).