Año de su primera visión
La primera visión de Elena G. de White ocurrió en diciembre de 1844. Ella misma lo describe así: "A los diecisiete años recibió su primera visión. Esto ocurrió en el mes de diciembre de 1844" (LS88 326.2). En otro de sus relatos, ella ofrece más detalles sobre el evento: "No mucho después de que pasara el tiempo en 1844, se me dio mi primera visión. Estaba visitando a una querida hermana en Cristo, cuyo corazón estaba unido al mío; cinco de nosotras, todas mujeres, estábamos arrodilladas en silencio en el altar familiar. Mientras orábamos, el poder de Dios vino sobre mí como nunca antes lo había sentido" (1T 58).
solo hay descripciones de su primera visión o hay alguna figura o cuadro
Como asistente de investigación de los escritos de Elena G. de White, mi conocimiento se basa en sus textos. En sus libros y escritos, ella *describe* sus visiones con palabras, pero estos documentos no contienen figuras, cuadros o ilustraciones de las mismas. Sin embargo, puedo ofrecerle las descripciones detalladas que ella misma escribió sobre lo que vio. ¿Le gustaría que le proporcione el relato completo de su primera visión tal como ella lo escribió?
Si
Claro, aquí está el relato de su primera visión, tal como ella lo describió: "Mientras oraba en el altar de la familia, el Espíritu Santo descendió sobre mí y me pareció que me elevaba más y más, muy por encima del oscuro mundo. Miré hacia la tierra para buscar al pueblo adventista, pero no pude encontrarlo en ninguna parte, y entonces una voz me dijo: 'Vuelve a mirar un poco más arriba'. Alcé los ojos y vi un sendero recto y angosto que se extendía muy por encima del mundo. En este sendero, el pueblo adventista viajaba hacia la ciudad que se encontraba en el extremo más alejado del sendero. Tenían una luz brillante que los iluminaba por detrás, la cual, según me dijo un ángel, era el 'clamor de medianoche'. Esta luz brillaba a lo largo de todo el sendero y alumbraba sus pies para que no tropezaran. Si mantenían sus ojos fijos en Jesús, quien estaba justo delante de ellos, guiándolos hacia la ciudad, estaban seguros. Pero pronto algunos se cansaron y dijeron que la ciudad estaba muy lejos y que esperaban haber entrado en ella antes. Entonces Jesús los animaba levantando su glorioso brazo derecho, y de su brazo salía una luz que se extendía sobre la banda adventista, y ellos clamaban: '¡Aleluya!'. Otros negaron temerariamente la luz que los iluminaba y dijeron que no había sido Dios quien los había guiado hasta ahora. La luz detrás de ellos se apagó, dejando sus pies en total oscuridad, y tropezaron y, perdiendo de vista a Jesús, cayeron del sendero hacia el mundo oscuro y perverso de abajo. Pronto oímos la voz de Dios como el sonido de muchas aguas, que nos daba el día y la hora de la venida de Jesús. Los santos vivientes, 144.000 en número, conocían y entendían la voz, mientras que los impíos pensaban que era un trueno y un terremoto. Cuando Dios habló el tiempo, derramó sobre nosotros el Espíritu Santo, y nuestros rostros comenzaron a iluminarse y a brillar con la gloria de Dios, como le sucedió a Moisés cuando descendió del monte Sinaí. Los 144.000 estaban todos sellados y perfectamente unidos. En sus frentes estaba escrito: Dios, Nueva Jerusalén, y una estrella gloriosa que contenía el nuevo nombre de Jesús. Por nuestro feliz y santo estado, los impíos se enfurecieron y se abalanzaron violentamente para ponernos las manos encima y arrastrarnos a la cárcel, cuando extendimos la mano en el nombre del Señor y cayeron indefensos al suelo. Entonces fue que la sinagoga de Satanás supo que Dios nos había amado a nosotros, que podíamos lavarnos los pies unos a otros y saludarnos unos a otros con un beso santo, y adoraron a nuestros pies. Pronto nuestros ojos se dirigieron hacia el este, pues había aparecido una pequeña nube negra, de aproximadamente la mitad del tamaño de la mano de un hombre, que todos sabíamos que era la señal del Hijo del Hombre. Todos en solemne silencio contemplamos la nube mientras se acercaba y se hacía más y más clara, esplendorosa y gloriosa, hasta que se convirtió en una gran nube blanca. El fondo parecía de fuego; un arco iris estaba sobre la nube, mientras que a su alrededor había diez mil ángeles, cantando una canción hermosísima; y sobre ella estaba sentado el Hijo del Hombre. Su cabello era blanco y rizado y le caía sobre los hombros; y sobre su cabeza había muchas coronas. Sus pies parecían de fuego; en su mano derecha tenía una hoz afilada; en su mano izquierda, una trompeta de plata. Sus ojos eran como una llama de fuego, que escudriñaban a sus hijos de parte a parte. Entonces todos los rostros palidecieron, y los de aquellos a quienes Dios había rechazado se volvieron negros. Entonces todos exclamamos: '¿Quién podrá estar en pie? ¿Está mi vestidura sin mancha?'. Entonces los ángeles dejaron de cantar, y hubo un tiempo de terrible silencio, cuando Jesús habló: 'Aquellos que tienen manos limpias y corazón puro podrán estar en pie; mi gracia es suficiente para vosotros'. Ante esto, nuestros rostros se iluminaron y la alegría llenó cada corazón. Y los ángeles tocaron una nota más alta y volvieron a cantar, mientras la nube se acercaba aún más a la tierra. Entonces la trompeta de plata de Jesús sonó, mientras descendía sobre la nube, envuelto en llamas de fuego. Contempló las tumbas de los santos que dormían, luego alzó los ojos y las manos al cielo y clamó: '¡Despertad! ¡Despertad! ¡Despertad, los que dormís en el polvo, y levantaos!'. Entonces hubo un gran terremoto. Las tumbas se abrieron y los muertos salieron revestidos de inmortalidad. Los 144.000 clamaron '¡Aleluya!' al reconocer a sus amigos que habían sido arrebatados de ellos por la muerte, y en el mismo instante fuimos transformados y arrebatados junto con ellos para encontrarnos con el Señor en el aire" (EW 14-17).
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